En Kenia, una demanda judicial intenta frenar la construcción de un alojamiento de safari del Ritz-Carlton en la Reserva Nacional Maasai Mara, denunciado por comunidades locales como una amenaza a las tierras de pastoreo tradicionales. Mientras tanto, en Tanzania, los desalojos vinculados a concesiones de caza provocaron protestas y enfrentamientos mortales, dejando en evidencia la conflictividad que puede generar el avance del turismo exclusivo.
Los críticos sostienen que el lema “alto valor, bajo impacto”, utilizado por operadores de lujo para describir su propuesta, se ha convertido más en un eslogan de marketing que en una realidad tangible. Según activistas y académicos, la mayoría de los beneficios económicos quedan en manos de grandes cadenas internacionales, mientras que las comunidades anfitrionas reciben escasa participación en la toma de decisiones o en los ingresos generados.
Aun así, organismos como Ecotourism Kenya sostienen que el turismo de lujo puede ser gestionado de manera más responsable. Su presidenta, Angela Njehia, señala que algunos alojamientos certificados ofrecen oportunidades laborales que van más allá de los puestos básicos de guías o cocineros, generando empleo estable y capacitación. Sin embargo, reconoce que la brecha entre los ideales de sostenibilidad y la práctica cotidiana sigue siendo grande.
La tensión entre las promesas de crecimiento económico y los costos sociales y ambientales coloca al turismo africano frente a un dilema clave: cómo atraer inversión internacional sin desplazar comunidades ni poner en riesgo ecosistemas esenciales. Para muchos especialistas, el futuro dependerá de un cambio profundo en la gobernanza turística, con mayor participación local y una distribución equitativa de los beneficios.
Como continente más grande y diverso, África alberga una gran variedad de paisajes, culturas e historia pero, a pesar de su potencial turístico, no evolucionó a la par de otras regiones del mundo debido a la falta de infraestructura, inseguridad, dificultad para obtener visados e inestabilidad política sumado a la caída de viajeros extranjeros que llegó al 70% en 2020 a raíz de la pandemia de Covid.
En los últimos años hubo cierta recuperación ya que las llegadas de turistas procedentes del exterior crecieron un 35% en 2022 en comparación al año anterior. Estas cifras aún están lejos de los niveles previos a la pandemia pero representan un paso positivo hacia la reactivación del sector.
África tiene un potencial turístico sin explotar siendo necesaria una sinergia entre sus gobiernos y el sector empresarial privado para desarrollar su industria de los viajes en forma sostenible y responsable para favorecer a las comunidades locales y preservar el medioambiente.
Con atractivos para todo segmento turístico, el continente africano ofrece safaris en la sabana para observar la fauna salvaje hasta playas en las islas del Índico pasando por las montañas del Atlas y ruinas milenarias.