El turismo de lujo en África, tradicionalmente presentado como motor de desarrollo económico por su promesa de visitantes de alto poder adquisitivo y baja huella ambiental, enfrenta cuestionamientos que revelan un panorama mucho más complejo. Investigaciones recientes de la Universidad de Manchester advierten que este modelo no siempre beneficia a las economías locales, genera tensiones sociales y compromete frágiles ecosistemas.

Senegal recibió más de un millón de visitantes extranjeros en este semestre y así se consolidó como uno de los destinos turísticos emergentes más atractivos del continente africano. Su combinación de playas atlánticas, parques naturales y una rica herencia cultural convierte a este país en una opción cada vez más elegida por viajeros europeos, americanos e incluso de países limítrofes.

Kenia y Uganda sellaron una alianza estratégica que busca transformar al este de África en un destino turístico integrado y competitivo a nivel mundial. La iniciativa, enmarcada en la estrategia de la Comunidad de África Oriental (EAC), apunta a simplificar los viajes regionales, potenciar la riqueza cultural y natural compartida, y generar un impacto económico conjunto en el sector.

Como continente más grande y diverso, África alberga una gran variedad de paisajes, culturas e historia pero, a pesar de su potencial turístico, no evolucionó a la par de otras regiones del mundo debido a la falta de infraestructura, inseguridad, dificultad para obtener visados e inestabilidad política sumado a la caída de viajeros extranjeros que llegó al 70% en 2020 a raíz de la pandemia de Covid.

Ubicada en el sur del continente, Zambia se posicionó como el secreto mejor guardado de África gracias a su sorprendente riqueza natural y cultural. Con paisajes vírgenes, una fauna abundante y una infraestructura turística que favorece los safaris casi privados, el país ofrece una experiencia exclusiva para quienes buscan aventura sin multitudes y contacto íntimo con la naturaleza.


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