Zaanse Schans es un museo al aire libre situado a pocos minutos de Ámsterdam, famoso por sus molinos de viento, casas tradicionales y museos históricos. Actualmente recibe unos 2,6 millones de visitantes al año, y las autoridades prevén que en breve supere los tres millones, un flujo que genera problemas de seguridad, conservación y convivencia en la zona.
La propuesta contempla que los residentes locales y ciertos grupos tengan acceso gratuito, mientras que los turistas abonarían la entrada. Además, se analizan medidas adicionales como la restricción de carreteras y senderos para controlar el flujo de visitantes y evitar la sobrecarga en momentos de alta demanda.
Según estimaciones oficiales, de no actuar a tiempo, el patrimonio de Zaanse Schans podría sufrir un deterioro irreversible en un plazo de cinco a siete años. Los ingresos recaudados se destinarían a financiar la conservación de los edificios históricos, reforzar la seguridad y mejorar la infraestructura pública del área.
La iniciativa abrió un debate en Holanda, donde se enfrentan posturas entre quienes ven en la tarifa una forma de proteger el patrimonio y quienes consideran que afectará la accesibilidad de un ícono cultural. El desafío será equilibrar la sostenibilidad turística con la preservación de la identidad local.

El gobierno de la ciudad de Ámsterdam prohibió la construcción de hoteles como forma de combatir el turismo masivo que molesta a los residentes locales y genera inconvenientes en el ritmo de vida cotidiano de la capital de los Países Bajos.
La normativa gubernamental estableció que sólo se podrá edificar un nuevo hotel si previamente cierra otro establecimiento y siempre que se trate de un proyecto sostenible que incremente la cantidad de plazas ya existentes.
Ámsterdam lucha para dejar atrás su pasado asociado al Barrio Rojo y también van mermando los cafés de cannabis como política pública para reorientar a los turistas a los museos, restaurantes y galerías de arte.
Según estimaciones oficiales, Ámsterdam recibe veinte millones de turistas extranjeros por año y, la mayoría de ellos, arriban para practicar el denominado turismo de excesos o viajes de borrachera al que incita su vida nocturna.
"Los cruceros en el centro de la ciudad no encajan en el plan de Ámsterdam de reducir el número de turistas", opinó Ilana Rooderkerk, representante del partido liberal D66 que gobierna la ciudad junto con el Partido Laborista y los ecologistas.










