De acuerdo con el World Travel & Tourism Council (WTTC), el gasto de turistas foráneos cayó un 7% en el verano, afectando sobre todo a viajeros provenientes de Canadá, Europa Occidental y Asia. A esto se suma la apreciación del dólar y la aplicación de nuevas políticas migratorias que encarecieron los viajes.
Entre los factores que explican el retroceso se destacan la nueva tarifa de “visa integrity fee” de 250 dólares, los mayores controles en aeropuertos y fronteras y la obligatoriedad de realizar entrevistas consulares en el país de residencia. Según la U.S. Travel Association, estas medidas generaron una percepción de hostilidad que disuadió a potenciales visitantes.
Canadá, históricamente el mayor emisor de turistas hacia Estados Unidos, mostró la baja más fuerte: 37% menos de entradas por carretera en julio y 26% menos en vuelos, lo que significó al menos 2.100 millones de dólares menos en ingresos y la pérdida de unos 14.000 empleos. Desde Europa también se registraron caídas relevantes: Alemania (-10%), Francia (-6,6%) y Dinamarca (-19%).
El impacto también se reflejó en Asia y África, con reducciones de dos dígitos en países como Hong Kong, Indonesia y Filipinas. Las grandes ciudades estadounidenses, entre ellas Nueva York y Washington D. C., informaron descensos en la ocupación hotelera y en la demanda de servicios turísticos.
Para contrarrestar la tendencia, distintas entidades de promoción como Destination DC lanzaron campañas enfocadas en el turismo doméstico, mientras que operadores como los de Buffalo reorientaron sus esfuerzos hacia mercados internos en lugar de extranjeros.
La WTTC (Consejo Mundial de Viajes y Turismo según sus siglas en inglés) emitió un comunicado oficial advirtiendo que “la mayor economía mundial del turismo se está moviendo en la dirección equivocada” porque la combinación de dólar fuerte y barreras migratorias limita la recuperación de visitantes internacionales.
Con este escenario, Estados Unidos enfrenta el desafío de recuperar competitividad y mejorar su imagen como destino, en un contexto global donde otras regiones refuerzan políticas de apertura y precios más accesibles para atraer turistas.