En la etapa de preparación, un cuarto de los viajeros se guía por recomendaciones de familiares y amigos, y un 11% se limita a revisar los costos básicos sin mayor análisis. Apenas un 3% admite que no planifica nada y organiza todo en el último momento.
El aspecto económico también pesa en las decisiones: el 37,5% reconsidera su viaje si los pasajes aéreos suben demasiado, y un 6% elige destino directamente según precios y promociones. Aunque existe preocupación por los costos, un 25% reconoce gastar más de lo previsto durante el viaje, especialmente en compras.
Respecto al equipaje, la encuesta mostró contrastes: un 39% lleva exceso de cosas como un “supermercado ambulante”, mientras que un 30% planea viajar liviano pero termina llenando la valija. El protector solar es imprescindible para el 31%, y un 19% asegura que no puede viajar sin su computadora.

Los imprevistos también forman parte del perfil: un 31% olvida el adaptador de corriente y queda incomunicado, mientras que un 8% se olvida de las ojotas y debe comprar nuevas. Enfermedades, lluvias y hasta encierros involuntarios en el baño del hotel forman parte de las anécdotas que varios confesaron en la encuesta.
El humor tampoco faltó: un 12,5% admitió haber entrado por error a una habitación equivocada y un 9% relató haberse quedado encerrado en el baño del alojamiento. Estos episodios, lejos de arruinar el viaje, se transforman en recuerdos que los viajeros comparten como parte de la experiencia.
El estudio confirma que los viajeros de Cuyo combinan planificación, improvisación y un alto valor al boca a boca. Al mismo tiempo, muestra cómo la tecnología y la inteligencia artificial ya se volvieron parte de las decisiones turísticas, sin desplazar aún a las recomendaciones tradicionales.










