Con un ángulo intermedio que no es totalmente erguido ni reclinado, estas butacas fueron adoptadas por diferentes aerolíneas como, entre otras, American Airlines, United Airlines y Southwest que limitaron la reclinación a dos pulgadas para todos sus vuelos de cabotajes.
La aerolínea británica de bajo costo Jet2 fue una de las primeras en implementar asientos prereclinados a inicios de 2009 y, poco tiempo después, British Airways también los incluyó para cada uno de sus vuelos cuya duración no excede las cuatro horas.
A mediados de 2019, previo a la pandemia de Covid, Delta redujo el grado de inclinación de sus asientos que pasaron de tener cuatro pulgadas a tan solo dos para la clase turista mientras en primera sus 5,4 pulgadas se redujeron a 3,5.
No todo se circunscribe a comodidad y mantenimiento, también existen beneficios económicos porque al eliminar los asientos reclinables en clase turista se podría cobrar un precio adicional para quienes deseen ese tipo de butacas.
En materia de sustentabilidad, si una aerolínea reduce 2,5 centímetros de espacio por fila, eso equivaldría a 76 centímetros en un Boeing 737 o en un Airbus A320 que implica ganar una fila más de asientes con su consiguiente crecimiento de la recaudación por venta de pasajes.
Los resultados se reflejan en el balance comercial, Ryanair sacó los asientos reclinables en 2004 para aprovechar mejor el espacio y terminó ahorrando dos millones de euros anuales.
Más allá de esto, los asientos tradicionales están haciéndose cada vez más chicos de forma paralela al resto de técnicas. Cambia su estructura afinándose justo en la parte donde los viajeros tienen las rodillas para brindar mayor comodidad. Ese espacio extra para las rodillas, suele emplearse como argumento de venta para percibir un ingreso extra al valor del ticket.