El servicio se distingue por su capacidad reducida de tan solo 37 pasajeros que garantiza privacidad y atención personalizada durante los nueve días de itinerario entre las ciudades tailandesas de Bangkok y Chiang Mai.
Cada uno de los vagones, todos restaurados a partir de antiguos trenes japoneses de los años 60, fueron rediseñados para ofrecer interiores elegantes con ventanales panorámicos, salones de contemplación y suites de lujo que aseguran comodidad en cada tramo del viaje.
La ruta incluye paradas estratégicas en Ayutthaya, Uthai Thani y Chiang Mai donde los huéspedes pueden disfrutar de experiencias exclusivas como, entre otras, recorrer templos declarados Patrimonio de la Humanidad, participar en ceremonias budistas, interactuar con elefantes en refugios éticos y degustar cenas gourmet en la cima de una montaña con música clásica en vivo.
Todo esto bajo la filosofía del viaje lento que prioriza la experiencia y la conexión cultural tanto como el destino. El turismo slow es una tendencia para desconectarse del ritmo frenético de las grandes urbes para disfrutar de manera profunda de la naturaleza, paisajes y cultura de destinos que sobresalen por sus actividades al aire libre y un estilo de vida más distendido e introspectivo.

Inspirado en la filosofía del movimiento slow que promueve la desaceleración en aspectos como la comida o el trabajo, estos viajes se enfocan tanto en el destino como en el camino priorizando la calidad sobre la cantidad de experiencias.
De esta forma, el tren Blue Jasmine se consolidó como un nuevo referente del turismo de lujo en Asia, integrando cultura, gastronomía y naturaleza en un formato innovador. Para Tailandia, esta propuesta no solo diversifica la oferta turística, sino que proyecta al país en el mercado global de experiencias ferroviarias premium, atrayendo a un segmento de viajeros que busca exclusividad y autenticidad en cada detalle.
Según datos oficiales, hasta poco tiempo antes de la pandemia desatada a inicios de 2020, Tailandia era la novena nación más visitadas a nivel global por detrás de potencias turísticas como Francia, España, Estados Unidos, China, Italia, Turquía, México y Alemania.
Una vez que concluyó el aislamiento social obligatorio preventivo, desde enero hasta octubre pasado ingresaron unos 400.000 viajeros del exterior, un flujo que luego se cortó abruptamente debido a las normas restrictivas que se instauraron ante la nueva ola de la variante Ómicron.










