Las rutas del vino, el aceite de oliva, la yerba mate y los productos de campo se posicionaron como ejes de atracción para viajeros que valoran la trazabilidad, la historia y el vínculo humano detrás de cada plato o bebida. En paralelo, el agroturismo, las estancias, las experiencias con animales y las ferias locales ganan espacio como propuestas genuinas y sostenibles.
Más de 1.200 emprendimientos rurales están registrados actualmente en circuitos turísticos activos, según datos del Ministerio de Turismo y Deportes de la Nación. Muchos de ellos operan como microempresas familiares que articulan con agencias, municipios y asociaciones locales, ofreciendo servicios personalizados y con bajo impacto ambiental. El turista actual valora la cercanía, la escucha y la posibilidad de ser parte de algo real.
La gastronomía de kilómetro cero, las clases de cocina regional, las catas dirigidas y los fogones compartidos son hoy experiencias centrales para un segmento que prioriza la calidad emocional por sobre lo meramente visual. El 63% de los turistas encuestados en la región de Cuyo afirmó que la gastronomía influyó directamente en su decisión de viaje, de acuerdo a un relevamiento realizado por el INPROTUR.
En términos de empleo y desarrollo local, este tipo de turismo genera valor agregado directo para comunidades rurales, cooperativas y jóvenes emprendedores que encuentran en el visitante una oportunidad para contar su historia y sostener sus raíces. La experiencia deja de ser un espectáculo para convertirse en un intercambio real, transformador y horizontal.
Para los agentes y operadores de viajes, el turismo enogastronómico y rural abre un abanico de productos altamente comercializables y con excelente recepción en mercados de alto valor, como Brasil, Alemania, Francia y los Estados Unidos.
Las alianzas público-privadas y la digitalización de la oferta son claves para posicionar estos destinos más allá del boca en boca.
La reconexión es una demanda global y Argentina tiene una ventaja competitiva incomparable a través de su tierra, su gente y su mesa. Apostar por este tipo de experiencias diversifica el mapa turístico del país, también fortalece un modelo más equitativo, sostenible y orgulloso de su identidad.