Entre los protagonistas de esta renovación se encuentran Tomás Jofré, Carlos Keen y Uribelarrea, pequeñas localidades donde reside una comunidad que oscila entre los 119 y 1.200 habitantes que reciben a cada vez más turistas en busca de autenticidad, tranquilidad y buena gastronomía.

Carlos Keen, a 86 kilómetros de la Capital Federal, es uno de los ejemplos más claros del boom. Originado en la expansión del ferrocarril en 1879, hoy combina su historia ferroviaria con una oferta que incluye restaurantes de campo, casas de antigüedades y paseos en sulkys. En sus calles se respira tradición, folklore y modernos autos que contrastan con las raíces rurales del pueblo que tiene a Los Girasoles y Lo de Cacho como sus principales restaurantes. 

Tomás Jofré, a 104 kilómetros del obelisco porteño, tiene un rico pasado vinculado a su fundador, el doctor Tomás Jofré, y a su historia de vida en el campo pampeano. Actualmente, cuenta con veintiún restaurantes que ofrecen una variedad de sabores en formato tenedor libre con fuerte presencia del parrillero criollo. La propuesta gastronómica de Tomás Jofré es ideal para quienes buscan comer bien en un entorno familiar.

Por su parte, Uribelarrea, fundada en 1890, se asentó como un destino de calidad en quesos y embutidos artesanales. Su arquitectura de inspiración europea y su espíritu tranquilo atraen a quienes desean desconectar y disfrutar de productos locales en un entorno de paisaje rural y casas históricas. Es un claro ejemplo de cómo la gastronomía, la cultura y la historia se unen para ofrecer una experiencia auténtica y relajada.

En cuanto a gastronomía, un lugar destacado es El Palenque, un restaurante de campo repleto de historia en la esquina de la Plaza Centenario que comenzó como almacén en 1890 para luego transformarse en depósito para los saladeros de la zona. La escuela agrotécnica salesiana Don Bosco está ubicada a tres kilómetros por la avenida Valeria Crotto junto a la iglesia Don Bosco y el molino.

Se recomienda visitar el tambo Valle de Goñi donde se elaboran productos 100% con leche de cabra como dulce de leche y variedad de quesos. El lugar ofrece visitas guiadas donde los viajeros verán el cuidado y alimentación de las cabras, sus instalaciones y lugares de ordeñe como una actividad ideal para realizar en familia con niños.

Estos pueblos, además de ofrecer propuestas gastronómicas con especialidades como empanadas, picadas y carnes a la parrilla, capitalizaron al máximo todo su patrimonio arquitectónico y natural para crear un turismo que combina tradición y vivencias genuinas. Los especialistas en la industria bonaerense de los viajes coinciden que el secreto radicó en mantener viva la cultura local, potenciar la gastronomía y preservar la calma del campo.

Las escapadas a estos destinos permiten a los visitantes distenderse de la vorágine y el estrés de los grandes centros urbanos para sumergirse en una experiencia cultural y culinaria que revitaliza tanto el cuerpo como el espíritu. Para los profesionales del turismo argentino, estos ejemplos evidencian cómo el rescate de la identidad local y la gastronomía pueden ser motores de desarrollo y reactivación económica en los pueblos del interior de nuestro país.